Y llegó la gran noche. El Palau de la Música se llenaba de nuevo hasta la bandera este viernes, día 27 de enero, para presenciar el primer gran acto fallero de este año 2012: la Exaltación de la Fallera Mayor de Valencia, Sandra Muñoz Pérez.
En una desapacible noche, el frío y el viento presagiaban un final pasado por agua como efectivamente así fue. Las falleras se envolvían en mantones para combatir el frío y los falleros… Bueno, los falleros se frotaban las manos para intentar entrar en calor. El ambiente era el de siempre en estas ocasiones, quizás con algunos cambios significativos en los protagonistas. Así, era la primera Exaltación de Paco Lledó como Presidente de Junta Central Fallera, compartiendo estreno con el ahora President de la Generalitat, Alberto Fabra, que acompañaba a Rita Barberá, a la concejala Mayrén Beneyto y al mantenedor de la Fallera Mayor de Valencia, Juan Morote, en la recepción en el hall del Palau.
Hicieron acto de presencia las chicas de la Corte de Honor 2011, así como las Falleras Mayores del pasado ejercicio, Laura Y Carmen, que subían a la segunda planta para encaramarse al balcón superior y, de este modo, recibir junto al inmenso gentío del Palau a las protagonistas del acto, Sandra y sus doce compañeras de la Corte de Honor 2012. Al filo de las diez y media hacían su entrada, traídas en automóviles de época desde el Ayuntamiento de Valencia, las doce señoritas que, haciendo pasillo, escoltaban a Sandra Muñoz hasta e lugar donde la alcaldesa, Rita Barberá, la recibía con un abrazo para, junto al President Fabra, encaminar sus pasos hacia el interior de la Sala Iturbi, donde a punto estaba de comenzar el acto.
Acto que, seguramente debido a la crisis que nos azota y en aras a una reducción del gasto, contemplaba un cambio fundamental en su programa: la Banda Municipal de Valencia doblaba su participación en la Exaltación protagonizando la primera parte del mismo -tradicionalmente ocupada por un espectáculo que en sucesivos años ha ido cambiando de índole y naturaleza- con un conciertoplagado de piezas bien asentadas en la memoria colectiva como algunas obras maestras de Frank Sinatra y Benny Goodman, el emblemático tema principal de la película ‘Un americano en París’ o la inolvidable ‘Amapola’ que inmortalizara hace tanto tiempo el inolvidable Luis Mariano. El respetable agradeció la maestría tanto del director Fernando Bonete, pupilo del maestro Enrique García Asensio, como de los músicos que, acabada la primera parte del acto, se retiraron por poco tiempo porque tras el descanso volvían al escenario pero esta vez para ocupar su lugar habitual, tras los tronos que iban a ser ocupados por la Fallera Mayor de Valencia y su Corte de Honor.
Antes de dicho descanso asistíamos a la anécdota curiosa de la noche: en la primera fila, justo en el centro, zona habitualmente destinada en este acto para las falleras venidas de todas las comisiones de la ciudad, vislumbrábamos a una de ellas que, vestida de particular, rompía el protocolo establecido por la Junta Central Fallera para la ocasión. Un detalle que no dejaba de llamar la atención, puesto que sabido es por todos que a este acto se debe asistir ataviada con la indumentaria fallera preceptiva, al menos para ocupar este lugar. En cuanto la organización se percató del hecho, se invitó a la despistada a ocupar otro lugar al fondo de la sala, para no romper la bonita estampa de peinetas, mantillas, moños, pañolones y espolines que convierten el centro de la sala Iturbi en una colorida alfombra humana.
La otra anécdota -aunque no tan llamativa- la protagonizó el mantenidor, Juan Morote, que dirigió sus palabras íntegramente en valenciano y, de hecho, comenzó señalando que se expresaba en “la nostra llengua com a vehicle” de su parlamento para poner en valor quizás la mayor insignia de nuestro hecho diferencial como cultura y como pueblo. El detalle fue acogido con un fuerte aplauso del público asistente, como también lo fue, como viene siendo habitual, la ofrenda floral del Valencia CF y del Levante UD. También pudimos ver en este apartado el efecto de la crisis, llegando a extremos realmente reseñables el reducido tamaño de algunas canastillas.
Pero el remate de la noche -que tenemos que decir que se nos pasó mucho más rápido que en otras ocasiones- venía al salir de la Sala, siendo recibidos por una cortina de agua que no impedía, sin embargo, el disparo del preceptivo castillo de fuegos artificiales, ejecutado con maestría por el equipo de Vicente Caballer.
VLC Ciudad / Javier Furió
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